En esta entrada voy a insistir en el asunto de la iluminación que dejé caer de pasada en mi último post. La luz en dibujo y en pintura son fundamentales, su orientación, su intensidad y su calidad marcan de forma definitiva como será la obra. Es cierto que se puede interpretar, matizar, modificar o directamente obviar, pero siempre es importante, por acción o por omisión. Consecuencia de la luz son las sombras, esos fantasmas que nos persiguen a lo largo de toda nuestra vida (a veces las perseguimos y otras nos persiguen ellas a nosotros). No me refiero a las sombras de nuestra mente (esas las dejo para los blogs de misterio o de psicología), me refiero a las sombras que proyectan los objetos.
Es importante observarlas y tenerlas en cuenta a la hora de dibujar, ya que aunque no cambian la forma en sí del objeto, o del rostro sobre el que se proyectan, sí que cambian su percepción y la sensación que ese rostro nos transmite. La dirección de la luz determina directamente hacia donde se proyectan las sombras, así que luz y sombra son siempre dependientes. Las unas no aparecen sin la otra, y la esta última sabe que no puede alcanzar a llegar a todos los rincones.
No dejéis de dibujar, y de observar las sombras, en ellas está la forma y a saber cuantas cosas más.